Entrevista a Lydia Carreras
UNA CHARLA CON LYDIA
Los alumnos de 4 economía a y b nos juntamos para entrevistar a la reconocida autora Lydia Carreras y le hicimos preguntas sobre su reconocida novela " El atajo"
Alumno: ¿El título "El Atajo" fue el primero que pensaste, o había otras opciones?
Lydia: El título fue saliendo de a poco. No fue ese originalmente, pero con el tiempo nos pareció adecuado, porque esa chica, en un momento de su vida, con muy poquitos elementos de juicio para tomar una decisión acertada, toma un atajo.
El atajo es irse a vivir con esta mujer. No analiza demasiado cuál era el otro camino: ir a su casa, portarse bien, terminar de estudiar y conseguir un trabajito.
Pero ella toma un atajo porque no quiere vivir con la madre ni con el padrastro. No quiere vivir más como pobre y tiene muchas más pretensiones que lo poquito que está dispuesta a ofrecer.
Y luego, el verdadero atajo lo encuentran en el camino, cuando de hecho buscan un lugar por donde pasarla a ella como si fuera una mercancía, como si fuera droga. De hecho, ese lugar existe.
Alumno: ¿Esa ruta por donde Candela toma el atajo existe realmente como camino para sacar a las chicas de un lado a otro?
Lydia: Sí, no solamente chicas. También se pasa droga, contrabando… se pasa todo tipo de cosas. La droga es lo que más se mueve, pero también la trata de personas, que ha existido en todas partes del mundo y que, en muchos casos, ha sido comúnmente aceptada.
De hecho, Rosario —donde yo vivo— fue llamada a principios del siglo pasado “la ciudad prostibularia”. Está recorrida por el río Paraná, que es de gran calado, y por ahí no solo venían los inmigrantes, los bisabuelos de todos ustedes, sino también barcos cargados de niñas traídas de otras partes de Europa.
Acá había un montón de inmigrantes, y también muchos lugares preparados para recibir a esos hombres que “necesitaban un poco de compañía”. Esos lugares eran los prostíbulos, y los había de distintas categorías.
Entonces, la prostitución es algo de lo que ahora estamos hablando, pero existió siempre y con estas mismas características.
Alumno: ¿Qué fue lo que te motivó a escribir libros para adolescentes, en vez de para adultos o chicos mas chiquitos?
Lydia: Porque me pareció que, primero, el público juvenil es el que a mí más me interesa, ¿no es cierto? Bueno, eso por un lado. Y también porque veo que hay muchos temas de los que no se habla, o no se habla lo suficiente, cuando se trata del público juvenil. No muchas escuelas, ni muchas maestras o profesores de literatura, están dispuestos a empezar a hacer preguntas, a escucharlas y eventualmente tener que responderlas.
Entonces, cuanto más difícil es el tema, más angosto es el canal que se abre para la difusión de la novela. Así que sí, una se encuentra con una disyuntiva al escribir una historia así, y se pregunta: “¿Para quién quiero esta novela?”. Bueno, es una decisión. Es un tema difícil.
Profesora: Acá tenemos a alguien que puso una estrella. Y cuando le pregunté si se animaba a decírtelo, me dijo que sí. Eso me pareció muy importante: que se haga cargo, porque hizo un muy buen texto justificando su puntaje. Siempre les digo que eso es fundamental, porque hay un lector detrás, y para un escritor también es útil saber qué funciona y qué no.
Bueno, Joaquín te puso una estrella, pero escribió un texto argumentativo que lo justifica. Vamos a escucharlo.
Joaquín: Yo, principalmente, puse una estrella porque, en mi opinión, hay capítulos que no aportan tanto a la historia y la hacen más larga. Por ejemplo, el capítulo donde se cuenta la personalidad de la madre de Candela. Para mí no sumaba a la trama. Tampoco estuve de acuerdo con que el camionero cambie su punto de vista sobre la trata de personas solo por conocer a Candela, cuando antes también estuvo con otras chicas en situaciones parecidas.
El tema de la trata me parece bueno, pero el final no me terminó de cerrar. Además, sentí que no se contó tanto la historia de Candela como la de la madre, y eso no lo comparto. Quería saber si tenías pensado otro final, sin la redención del camionero, porque que haya cambiado su opinión por una sola historia —la de Candela— no me convence del todo.
Lydia: Bueno, te agradezco, Joaquín, la crítica. Porque yo escribo para gente como vos. No se me da muy seguido que me critiquen así: los que suelen hacerlo son los editores, que pertenecen a la empresa. Pero rara vez llego al testimonio personal del lector, que es finalmente quien va a aprobar o no el libro.
Yo trataría de explicarlo como si se lo estuviera explicando a mi editor. Primero: es una historia real, me ajusté a lo que ocurrió. Ahora, que no te resulte creíble es otro tema.
Yo digo que a veces un hombre como este, que está pintado como alguien que no tiene amigos, que es pulcro en su trabajo, que siempre hace lo mismo, que conoce el oficio, que está solo —no tiene familia, ni compañeros, ni siquiera juega a las bochas— de repente se encuentra con una chica que no conoce. Porque él siempre iba con la misma, ya que por ser cliente asiduo le asignaban una señorita.
Y ahora se encuentra con esta piba que tiene apenas 16 o 17 años… y algo lo impacta. Lo impacta que ella no le pide ayuda. Simplemente se queja. Nada más. Se le caen las lágrimas después de hacer lo que él quería, porque no es antes, es después. Ella toca fondo y empieza a llorar sabiendo que eso le puede costar la vida. Quizás eso lo tocó a él, lo conmovió. Y se animó a hacer algo que también le podía costar la vida.
Y cuando hablo de la madre, quiero mostrar —volviendo a la pregunta original— si se preocupa, si ayuda, si le importa o no. Si es una buena madre o una mala madre. Quiero mostrar que cuando el problema se pone muy caliente, ella empieza a elaborar de otra manera y desesperadamente busca una solución.
¿Por qué hablo mucho de la madre? Porque es el entorno donde Candela tuvo su infancia. Allí nació. Ella también es una villera, y encima ahora es prostituta. Así que mirá qué dos carteles tiene.
Quise pintar ese entorno. Candela no es una niña rica que fue engañada. Es una chica sin escuela, sin formación, con una familia endeble, sin ningún piso que la sostenga. Y encima le pasa esto.
Y cuando vuelve a su casa —así es como termina la novela—, ¿con quién se encuentra? Otra vez con la madre y el padrastro. ¿Y va a lograr salir de ahí? Quién sabe. Porque ella sigue siendo lo que es.
Entonces yo quería mostrar todo ese entorno. De dónde sale esta chica. Lo cual es una muy mala noticia, porque la realidad es que esa chica probablemente no tenga salida. Salió de donde estaba, eso sí. Pero no hay muchas más oportunidades para ella.
Pero acepto tu crítica, y la tomo.
Profesora: Cuando Joaquín hizo esa crítica, me sorprendió. Porque todos habían puesto entre 4 y 5 estrellas, y él fue el único que escribió un texto con una mirada distinta. Entonces dije: “Bueno, comentémoselo a Lydia, a ver qué dice”.
Lydia: Sí, sí. Y muy bien respaldada, digamos. Acepto la crítica, porque él sabe por qué no le gustó tanto.
Alumno: ¿Actualmente tenés algún proyecto en mente? Si es así, quería saber si podrías contarnos de qué trataría.
Lydia: Sí, tengo un proyecto que todavía está en proceso. Estoy empezando una novela con una historia de amor, pero medio turbulenta y por fuera de lo legal también. Hay pobreza, dificultades… pero sí, hay un proyecto. Estoy en la peor parte del proceso, donde todavía no se encontró la luz, y una va buscando por dónde salir y terminar de armarlo.
Profesora: Bueno Lydia, nos queda agradecerte el encuentro y la posibilidad de que año tras año los chicos te conozcan. Porque una cosa es leer el texto, y otra es encontrarse con la autora. Eso nos da la otra parte, porque como lectores quedamos en un diálogo inconcluso, y de esta manera podemos cerrar la historia del libro El atajo.
Lydia: Muchísimas gracias por haberme invitado. La verdad fue lindísimo encontrarme con ustedes y con mis críticos, así, en primera persona.
Profesora: Gracias, Lydia. Hasta luego.
Lydia: Adiós, adiós, adiós.
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